Ocho son los kilómetros que separan el estadio de La Condomina, el de las mil y una historias que contar, de su heredero en la polémica zona Norte de la ciudad. Precisamente el pasado mes de noviembre fueron también ocho los años que se cumplieron de la mudanza del Real Murcia a Nueva Condomina, tras ochenta y dos años jugando en el estadio de Ronda de Garay.
Empiezan a quedar lejanos esos gritos que atronaban en el corazón de nuestra ciudad cuando jugaba su Murcia. Esos que se entremezclaban en ocasiones con los del recinto taurino vecino y homónimo, cuando el fútbol era el deporte del domingo a las cinco de la tarde, sin importar si coincidía con corrida, con la hora de dormir en China o con el partido del Madrid.
En menos de una década la nueva casa grana ya ha conocido tres categorías, saboreando de forma efímera la Primera División en sus inicios, y siendo la actual su segunda travesía por la Segunda B. Travesía que muchos soñamos sea tan efímera como la primera. En estos ocho años, la única gran fiesta que ha conocido su césped ha sido la de una salvación milagro que, a la postre, tardó casi dos meses en certificarse, Tebas mediante.
Con su corazón latiendo lejos del centro de la capital, y con un nuevo inquilino en La Condomina, no puede sino acrecentarse la nostalgia en el corazón del murcianista, y el deseo porque se reconozca al Real Murcia como el abanderado histórico del fútbol de nuestra ciudad, y más aún, de nuestra región. Lo cierto es que, con la lógica y el convenio de construcción de NC en la mano, La Condomina debería llevar mucho tiempo demolida, en un homenaje final que muchos ya habíamos imaginado lleno de lágrimas y melancolía. Ya visualizaba yo la nueva zona residencial, con el escudo del Real Murcia en bronce, colocado en el centro de ese umbral de Ronda de Garay tantas veces cruzado por centenares de miles de murcianos a lo largo de su historia.
No ha sido así, y no quisiera perderme en consideraciones sobre el nuevo equipo local de La Condomina. Máxime cuando sólo es necesario moverse un poco por España, para darse cuenta del peso que tiene la historia casi centenaria del Real Murcia, y del respeto y cariño que su escudo coronado despierta en toda nuestra geografía. Bien lo saben los aficionados que acompañan al equipo en su exilio del Grupo I de Segunda B. Nuestra visita a cualquier estadio se convierte en un evento para los locales, conscientes de que ser visitados por el Real Murcia es algo realmente especial.
Y eso que ya no llega allí, como en otras épocas, un equipo hecho a base de talonario, pavoneándose del manido – y gastado- “somos la séptima ciudad de España”. No. Ahora llega el equipo construido con economía de guerra, en que los que van tirando del carro o no tenían equipo a mediados de agosto, o son chavales de la tierra de nuestro filial de Tercera división. Sin desmerecer la fantástica tarea de jugadores y cuerpo técnico, creo que ese imponderable valor de nuestro escudo tiene mucho que ver en el milagro de este curso.
Sinceramente pienso que el Real Murcia, que confiamos sobreviva a la mayor crisis de su historia, tiene su casa donde debe. Oscuro es todo el proceso que envolvió la construcción de NC, pero la realidad es que tenemos un estadio precioso, a la altura de unos sueños que nunca dejaremos que nos roben. Sin embargo, entiendo y comparto con muchos murcianistas la nostalgia de esa casa en la que llegamos a ser tan felices, y que hacía a la ciudad sentir al Murcia como algo innegablemente suyo.
Por eso me parece una iniciativa preciosa la de los “Raijos Granas”, esos locos peñistas que verdaderamente amenazan con hacer brotar murcianismo hasta de las tierras más yermas. Su propuesta, un “paseo murcianista” desde La Condomina hasta NC. Desde las 11:30h de este domingo 8 de marzo, se quiere tender un imaginario lazo grana entre el corazón capitalino, el lugar donde todo comenzó, y ese coliseo, norteño como nuestro exilio, donde soñamos con un junio lleno de alegrías. Preciosa iniciativa que ojalá encuentre la respuesta que merece.