La derrota más dolorosa

Tres son ya las derrotas que acumula el Real Murcia en lo que llevamos de temporada. Marbella, La Hoya Lorca y ahora también Sevilla Atlético pueden presumir de haber doblegado al rey destronado de Segunda, cuando aún no cerramos el mes de octubre. A pesar de ello, el equipo de José Manuel Aira está a solo tres puntos del liderato. Un liderato que ha volado apenas unos kilómetros para aterrizar en la casa histórica del murcianismo, La Condomina.

A pocas semanas de la visita del Real Murcia al UCAM, los universitarios se encaraman a todo lo alto de la clasificación. Lo hacen en un Grupo IV que contempla asombrado la endeblez del Cádiz en Carranza, y la irregularidad del resto de equipos. Salvo giro de los acontecimientos parece que la lucha por los cuatro puestos de acceso al playoff va a ser abierta y emocionante.

La trayectoria del Real Murcia como visitante no es satisfactoria en lo que va de temporada, maquillada en parte por las importantes victorias en dos escenarios, por distintos motivos, nada sencillos: el Ciudad de Lepe y el Ramón de Carranza. Como local, el equipo no conoce la derrota, y sus actuaciones están resultando mucho más convincentes, y sobre todo mucho más vistosas, que la temporada pasada.

El Murcia es un equipo con muchos más recursos ofensivos que el curso anterior, y que gracias a ello ve puerta con mayor facilidad. Lamentablemente, en esa metamorfosis ha perdido su admirable seriedad defensiva. Aira tiene mucho trabajo por delante en esa faceta, de la que dependen gran parte de las opciones de esta plantilla de luchar por el ascenso.

En este escenario deportivo la institución pimentonera sigue, contra pronóstico, viva. Sin los grandes recursos económicos de antaño, y después de un inquietante inicio de liga, de nuevo parece que esta plantilla está en disposición de luchar por el único objetivo válido: el ascenso. Su todavía presidente sigue tan alejado como siempre del día a día del club, aunque algo más visible en unos medios de comunicación cargados de noticias de candidatos a suceder al madrileño.

Hay ya una tremenda brecha por la que el murcianismo no deja de desangrarse; la gente necesita un futuro

Francisco Tornel y Antonio Perea han acaparado titulares en la sección de deportes día sí, día también. El primero con su seriedad y buena reputación, desgraciadamente carente de los imprescindibles recursos económicos. El archenero, Perea, irritantemente desconcertante, asegurando tener detrás a varios empresarios de Singapur dispuestos a invertir un buen puñado de millones de euros para hacerse con el control del club, pero sin evidencias que lo acrediten.

Duele vivir en esa continua situación de incertidumbre. Es un dolor viejo, casi crónico, al que muchos puede parecer que nos hemos acostumbrado. Sin derecho a pensar en el futuro. Sin opción al medio plazo. Todo empieza y acaba el domingo. No es fácilmente sostenible la situación. Menos lo va a ser con otro equipo emergiendo, libre de cargas, en el centro de la ciudad.

Me preocupa mucho ver, cada día de partido, el aspecto de la grada de NC. En el momento en que la asistencia ha bajado de la barrera de las 5000 personas (este curso solemos rondar los 4000) hemos cruzado una peligrosa línea roja. En los instantes más difíciles de esta última década, ese día que hacía un frío terrible, llovía, abrían los centros comerciales y el Madrid o el Barça jugaban en la tele, jamás habíamos metido menos de 5000 personas en nuestro estadio. Este año aún estamos invictos en NC, y sin embargo la ausencia de esas 1000 almas se convierte en la más dolorosa derrota.

Esas son las heridas por la que se desangra un club. Llevamos años temiendo que un acreedor o una jueza nos apuñalen definitivamente, pero lo cierto es que hay ya una tremenda brecha por la que el murcianismo no deja de desangrarse. La gente necesita un futuro. No les ilusiona ya luchar por un ascenso que no se atrevería uno a decir que fuera a materializarse de facto ni aun consiguiéndose en los terrenos de juego.

Me pregunto qué entrada registraría nuestro estadio en un hipotético partido de playoff por el ascenso el próximo junio. Y me da miedo responderme. Nuestro mayor activo, sentimental y real, es nuestra masa social, y según ésta se contrae al mismo ritmo al que se expande nuestra deuda, nuestro destino se oscurece. Solo existe el domingo que viene