Ayer echó andar para el Real Murcia un año llamado a quedar grabado a fuego en su historia. A nadie le cabe la menor duda de que cuando caiga el telón de 2015 habremos vuelto a vivir meses llenos de incertidumbres y sobresaltos. Somos muchos los que no queremos imaginarnos un escenario distinto a la supervivencia del club. Todos, salvo los empeñados en conceder a Samper el privilegio de ser, no sólo el propietario de la mayoría accionarial de una Sociedad Anónima, sino el dueño de un sentimiento y una pasión casi centenarios.
Nunca ha sido la estabilidad la seña de identidad del Murcia, pero lo de estos últimos diez años lo supera todo. Pocas aficiones se han visto sometidas a tantos vaivenes, deportivos e institucionales, en un periodo tan corto de tiempo. Continuos cambios de categoría, en el terreno de juego, y en los despachos. Modificaciones incesantes en el organigrama directivo. Amenazas constantes de desaparición, que parecen, hoy por hoy, encerrar al Real Murcia en un callejón sin salida…
Sin duda Javier Tebas estaba convencido de haber dado jaque mate al club este verano. No obstante, el Rey aún sigue vivo. Arrinconado en una esquina del tablero, sin Reina, alfiles o caballos, es cierto, pero con un batallón de peones, dentro de la estructura del club, en su plantilla, y en su masa social, empeñados dar guerra mientras queden movimientos disponibles. La solicitud de quita, el intento de aplazamiento de pagos, y la búsqueda de una indemnización redentora, en los despachos. El ascenso más difícil jamás contado, en los terrenos de juego.
En ese escenario, nuestros jugadores se presentaban ayer, a la hora del postre, en un campo aledaño a Zorrilla para enfrentarse al Valladolid Promesas, que así les gusta ser llamados. Las imágenes de ese Rey Murcia, histórico del fútbol español, batiéndose el cobre en un terreno de césped artificial flanqueado solamente por unos cuantos árboles eran, como poco, desoladoras. Sin embargo, el equipo supo hacer lo que hace unas semanas le pedía desde estas mismas líneas: trabajar con humildad. Defender la grandeza de su escudo desde el trabajo y la fe, y ganar –y valorar- cada punto como un tesoro. A fuego lento llegó la victoria del equipo grana ayer, ayudado por la expulsión de un jugador vallisoletano -como perjudicado quedó antes de vacaciones con la de Carrillo frente al Burgos-. Los detalles deciden mucho en esta categoría, y hay que cuidarlos al máximo. El único gol, que bastó para hacerse con los tres puntos, llegó tras una buena combinación del equipo, que concluyó con un preciso centro del debutante Isi, y un acertado control orientado y finalización de Rubén Sánchez. De esa forma, el equipo cierra la primera vuelta como tercer clasificado, y cuarto mejor equipo de toda la Segunda B.
La victoria de ayer, como todas las de este curso, no fue fruto de una superioridad aplastante o un juego brillante. Llegó gracias a un buen trabajo defensivo, volviendo a dejar, tras muchos partidos, la portería a cero. En un equipo tan poco productivo ofensivamente, esa es la única llave hacia el éxito. Aira volvió a apostar ayer por el doble pivote Acciari-Armando, con Prieto de jefe de operaciones en la zaga. Lo poco que se escapó de ahí, lo atajó con acierto Fernando.
Así se fraguó el valioso triunfo del Murcia. Con hasta cuatro jugadores de nuestra tierra sobre el terreno de juego: Fernando, Armando, Arturo e Isi. Con un buen número de murcianistas que se desplazaron hasta Valladolid para seguir dando aliento al equipo. Sobre el césped, y en la grada, los peones del Real Murcia no se rinden. Los tres puntos de ayer fueron un bonito regalo de Reyes anticipado para los que nos empeñamos en creer, y soñar con un año nuevo en que las mil sombras que se ciernen sobre esta institución tan nuestra, se llenen de luz, y se pueda construir un futuro de esperanza para el Real Murcia.
Jaque, sí. Pero no mate, Tebas. Aún no.