Lugo, último escollo

Hace casi un año que nos tocó vivir uno de los tragos más amargos que existe para el aficionado al fútbol: el descenso de tu equipo a Segunda B. En mi opinión sólo la desaparición es más dramática que la salida del fútbol profesional. Se trata de entrar en otra dimensión de este deporte, en la que 80 equipos pujan por hacerse con únicamente 4 plazas que le saquen del infierno. A esta dificultad matemática, hay que sumar la necesidad de reestructuración que este trance exige a cualquier club, más aún en los tiempos de crisis actuales. Los ingresos se reducen drásticamente, y se hace necesario buscar hombres, y olvidar los nombres, que ni por aspiraciones económicas, ni por ambiciones deportivas, desean sentir el calor del averno.

Por eso, en este día en que tenemos tan cerca el milagro del retorno, no puedo sino valorar la gran cantidad de decisiones correctas, de trabajo bien hecho, que hay detrás del derecho que el Real Murcia se ha ganado a tener en su mano el ascenso. Tengo que reconocer que el verano pasado pensé que con la designación de Sergio Fernández como Director Deportivo perdíamos un gran central, y “ganábamos” a un hombre sin experiencia para una tarea harto complicada: confeccionar una plantilla a coste cero, con jugadores válidos para la dura categoría de bronce, y que tuviesen la motivación necesaria para competir. Una de sus primeras decisiones, la de traer a Iñaki Alonso, me dejó absolutamente frío. A sus espaldas, como experiencia más reciente, el descenso de categoría con el Real Unión. Pocos motivos para la ilusión.

Sin embargo, en esos calurosos días de julio comenzó a forjarse el milagro. Muchos jugadores insignia del equipo (Chando, Pedro, Alberto, Albiol,…) decidieron continuar -algunos bajando su sueldo- para ayudar al Murcia a volver al lugar que le corresponde. A ello se le unieron noticias tan maravillosas como el regreso de Richi. Un histórico de nuestro Real. Un señor. Un pedazo de futbolista, que además de manejar las piernas con clase, tiene unos valores humanos y profesionales para escribir un manual. Y a esa nave grana comenzaron a subirse miles de personas. Murcianistas que lloraron cuando la pelota dijo no en Girona. Hombres y mujeres que se rebelaban contra un destino que parecía querer empujar al Murcia a su desaparición.

Unos meses después, ese barco grana ha navegado en todo tipo de condiciones. No siempre se ha encontrado un mar en calma. Ha atravesado tormentas, y tempestades, como en Lepe. Ha sabido mantenerse a flote cuando parecía cercano zozobrar, como ante el Cádiz. Y aunque a veces no veía puerto, aunque el viento no siempre sopló a favor, jamás echó el ancla, y siguió siempre adelante. Sin dudar. Con el orgullo de quien se sabe grande, y con la humildad de ganarse con su esfuerzo el derecho a seguir siéndolo. Siempre bajo el mando del Gran Capitán Alonso, que ha sabido llevar la nave hasta donde ahora está. Tan cerca de su destino.

Por eso, por todo eso, esta tarde el Real Murcia puede volver a Segunda División. Por eso, el murcianismo peregrino vuelve a cruzarse la Piel de Toro, para remar junto a nuestros jugadores. Para recorrer esos pocos metros que nos separan de nuestra meta. Esa que parecía tan lejana, y tan incierta, hace un puñado de meses.

Hoy quiero unir mi voz a la de esos centenares de murcianistas, llegados a Lugo desde todos los rincones de España, y que esperan celebrar esta tarde nuestro ascenso, para gritar, como una sola alma: ¡Murcia! ¡Murcia!

Lugo, último escollo

P.D. No me voy a olvidar de enviar besos y abrazos a mis embajadores en Lugo, que después de dejar las reservas de Albariño temblando, están dispuestos a hacer lo propio con las gradas del Anxo Carro. @pepebest @caesarbros @CarolCRuiz @Lamaridelllano, cantemos todos juntos: ¡Rojiblancos, plas plas plas, los colores,…!