El camino del Real Murcia de Aira hacia la Segunda División empieza en Alicante. La noticia cayó como una bomba en el Salón Luis Aragonés de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, donde tuvo lugar el sorteo de las eliminatorias de ascenso. La onda expansiva, vía redes sociales, llegó en milésimas de segundo a ambas capitales, y la respuesta mayoritaria fue muy similar en Alicante y Murcia: ilusión y miedo a partes iguales. Ilusión por tener la oportunidad de acompañar a su equipo en ambos encuentros, y miedo por enfrentarse a su más íntimo rival.
El Hércules es el equipo que más veces se ha enfrentado al Real Murcia en partido oficial. Ambos clubes comparten muchos rasgos de su historia, ya que el equipo herculino, a pesar de representar a una ciudad importante de este país, no ha conseguido asentarse en Primera División. Sus múltiples ascensos a la máxima categoría han venido sucedidos, una o dos temporadas más tarde, de retornos a Segunda. Con una excepción. El Hércules logró mantenerse en Primera durante 8 temporadas consecutivas, entre 1974 y 1982. Fue la etapa de la presidencia de don José Rico, en la que se acometió la construcción del actual estadio del equipo alicantino. Un estadio que acabaría convirtiéndose en sede mundialista en el 82.
Tengo que reconoceros que en mis visitas al Estadio José Rico Pérez he experimentado siempre una sensación particular. La de viajar en el tiempo y encontrarme en aquel año del Naranjito. Una esencia especial debió quedar impregnada en esas gradas, que poca renovación han debido tener desde entonces, y es imposible desprenderse de ella cuando estás allí. Aquellos dos goles de Maradona, o el Ardiles, frente a Hungría parecen llenar aún de papelillos blancos el aire de Alicante. Hace poco más de un año desde mi última visita al Rico Pérez. Cuando los 3000 aficionados murcianistas salimos de allí aquella agradable noche de primavera, con la luz de la ilusión en nuestras caras, nunca hubiéramos imaginado que volveríamos a visitar tan pronto a un Hércules al que dejamos prácticamente sentenciado al descenso. La victoria en el terreno de juego fue incontestable. El baño en la grada fue mundial. Como el nombre que bautiza a la grada que ocupamos aquella tarde, y que, previsiblemente, volveremos a ocupar el sábado.
En mis visitas al Estadio José Rico Pérez he experimentado siempre una sensación particular, la de viajar en el tiempo y encontrarme en aquel año del Naranjito
Quisiera yo desterrar el miedo de los corazones murcianistas, a pocos días del nuevo desembarco grana. Tiene algo de mágico para nosotros ese escenario en los últimos años. Allí comenzó una salvación milagro el Murcia al que acababa de coger José Miguel Campos, y que derrotó 0-2, goles de Iván Alonso, al desaparecido Alicante Club de Fútbol. Sobre ese césped llegó aquella victoria, por idéntico resultado, que pareció inútil para evitar el descenso a Segunda B, pero que, Guadalajara y Matilla mediante, se convirtió en la permanencia más milagrosa jamás contada. En ese estadio se produjo el desplazamiento más espectacular de nuestra historia reciente, hace pocos meses.
Todos aquellos días, los desplazados hubiéramos hecho sentirse orgulloso al primero de los murcianistas, que curiosamente compartía nombre con aquel célebre presidente del Hércules. Seguro que a don José Rico Aparicio, nuestro querido Panadero de Archena, le hubiera desbordado la emoción al vivir la explosión de murcianismo de este sábado en Alicante. Panadero, amigo, este año la final del Playoff se juega el fin de semana en que se cumplirán exactamente 13 años que te echamos de menos en la grada de nuestro estadio, que ahora es uno muy nuevo y demasiado grande. Cuentan que solías decir que el aficionado ideal es “el que está a las duras más que a las maduras”. Este año se nos queda pequeña la Grada Mundial de tu estadio. Verás.