Los 6000, el embudo… y Saúl

Cuando los pocos más de seis mil murcianistas irreductibles que seguimos enganchados -con o sin 2×1- a nuestro equipo escuchamos el pitido inicial ayer en NC, éramos plenamente conscientes de estar ante un encuentro trascendental. Era muy poco lo que había que ganar, y sin embargo muchísimo que perder. Si hora y media después un Xerez al borde del abismo deportivo e institucional era capaz de pescar en nuestro río, hoy ya no tan revuelto, la palabra crisis volvería con más fuerza que nunca.

Viendo el calentamiento, y comprobando el once que Onésimo había decidido poner en liza, cabía pensar en un Murcia protagonista con el balón. Nafti, Matilla, Emilio Sánchez y Nico Martínez parecían garantizar posesión y toque. La sorpresa de Jonathan Gómez – de no convocado a titular- parecía responder a una intención de dar más nervio al ataque, más velocidad, más agresividad. Atrás otro jugador con criterio en la salida de la pelota: Catalá. El alicantino dio ayer señales que invitan a pensar que puede ser válido para un Murcia que aspire a luchar por objetivos más nobles. Todos eran mimbres para un buen cesto, pero la realidad es que el Real Murcia de los primeros cuarenta y cinco minutos fue incapaz de generar peligro en el área contraria, y aún peor, ni siquiera fue capaz de llevar el tempo del partido. La mejor ocasión fue para el excartagenerista Maldonado. Sólo la extraordinaria parada de Javi Jiménez –aperitivo para las dos perlas que nos dejaron Saúl y Ogbeche minutos después- evitó que el cuadro gaditano se pusiera por delante, y que la pitada del descanso se convirtiese en una masiva pañolada, con los correspondientes recuerdos a nuestro presidente. En mi opinión el problema era que el equipo moría en la medular, con Jonathan y Nico jugando a pierna cambiada, y estrechando al equipo como un embudo. Una mayor presencia de Molinero y Óscar en ataque hubiera podido dar esa amplitud que le faltaba, pero el equipo ahora da mucho valor a proteger la propia portería, y es menos impulsivo que en la etapa de Siviero. Kike estuvo perdido todo el primer tiempo. En medio de los centrales es un chollo para la defensa rival y un suplicio para sí mismo, y para nuestros intereses. A pesar de su envergadura, por su personalidad y su estilo necesita asociarse mucho más con el juego, y aparecer desde segunda línea. Con un ariete clásico en punta Kike sería mucho más, y el equipo encontraría ese referente que nos hubiera hecho tanta falta.

La segunda parte cambió el guion, y hay que agradecérselo a un jugador: Saúl Berjón. Un jugador que ya nos ha dado varias alegrías esta temporada, y que está demostrando ser un gran profesional dentro del terreno de juego, y también todo el tiempo que le ha tocado calentar banquillo, y grada. Salió, y le dio al equipo lo que le estaba faltando: desmarque profundo y desborde en banda. Y así llega el primer gol. Excelente pase de Matilla que atraviesa las dos líneas defensivas del Xerez,  y que hace bueno el desmarque en velocidad de Saúl. Berjón controla, y tiene la visión y la calidad para ver llegar a Kike –llegando de segunda línea, como sí hace daño- y dejarle un balón que el de Motilla del Palancar finaliza con el 1-0. Celebración llena de rabia, y oxígeno para los jugadores y para la grada, que transistor o esmarfón en mano comprobaba que los resultados en otros campos eran mayoritariamente propicios. Onésimo, que parece tener el santo de cara, hace un cambio discutido por la grada, retirando a Kike, e introduciendo a Acciari. Músculo para la contención. Sin embargo libera a Matilla y a Emilio de tareas defensivas, y este último asiste a Saúl para que convierta el tanto más bonito que haya visto desde mi butaca de fondo norte de NC. Toque sutil desde casi el borde del área, y la bola entrando suave por el ángulo contrario superando a Raúl Navas por encima. A partir de ahí, y con espacios, Saúl hace el tercero, y en una misma jugada Javi Jiménez nos regala otra parada-milagro, y Ogbeche una chilena espectacular, que recibió el aplauso casi unánime de una grada feliz por ver el infierno alejarse un poquito.

Ahora toca el Sardinero. Y con el descenso aún en los talones, estos siete puntos de las últimas tres jornadas permiten preparar el choque con más ilusión que miedo. Ilusión porque un triunfo en Santander dejaría al Racing muy lejos, y ya serían dos rivales prácticamente descartados.  Incluso un empate sería un buen resultado.

En cualquier caso la semana se afronta con mucha más tranquilidad, con la enfermería casi vacía y con el casillero acercándose a los cincuenta y pocos puntos que garantizan la permanencia. Es un triste consuelo para los que siempre soñamos con mayores metas, pero un enorme alivio dadas las circunstancias de los últimos meses.

saulberjon