Tengo que reconoceros algo. Lo cierto es que para aquellos de mis fieles lectores que sean más observadores, no será a estas alturas ningún secreto: el impulso que me trae a este lugar es mucho más poderoso en la adversidad. La rabia, la impotencia, el desconsuelo, el miedo… me empujan con fuerza hacia el teclado, y cada palabra que escribo, cada frase que construyo, son como suspiros que alivian esos sentimientos. Siempre tengo la sensación de que compartiendo esas reflexiones con vosotros ya no estoy tan sólo en el trance. Escritura terapéutica, debe de ser.
Con los terribles años que pasamos en nuestro anterior periplo en Segunda casi cada fin de semana había un “buen” motivo para compartir mis pensamientos con vosotros. Fueron tantos los infortunios, los sinsabores. Casi los cien que proclama nuestro himno. Y no sé si serán mil las alegrías que nos esperan en el futuro cercano, pero está claro que ya el año pasado en Segunda B, y en este último tramo de la temporada en Segunda, el viento parece soplar de popa. Y me vuelvo “egoista” en estas situaciones. Me guardo para mí las alegrías de las últimas semanas. Las saboreo. Veo y reveo, una y otra vez, los goles de nuestros partidos. Leo las crónicas, las columnas de opinión. Veo a los “agnósticos” abrazar el murcianismo. Más aún, veo a los “ateos” convertirse en creyentes. Y entre tanto, pasan las semanas, y mi blog parece hibernar, a juego con el otoño que da la impresión de haberse instalado, por fin, en nuestra tierra.
Sin embargo, la importancia moral del partido del domingo, lo sucedido entre Cartagena y Real Murcia en nuestra última temporada en plata (no sólo en los derbis, sino a todo lo largo de ella, y con culmen en la vergonzosa jornada final), son suficientes motivos para volver a traerme de vuelta. El equipo hoy por hoy está en su punto más alto de rendimiento de la temporada, y todo el murcianismo afronta con ilusión la visita al Cartagonova. La ilusión de traernos los tres puntos, y de dejar tocado al rival. De recordarles a qué categoría descienden los cuatro últimos clasificados. A dejarles claro que si de nosotros depende, caprichos del destino, levantar o no el pulgar en las últimas jornadas, mal negocio para sus intereses. Espero del partido de la matinal del domingo un gran espectáculo sobre el terreno de juego. Intensidad. Juego. Y deportividad. Espero en las gradas colorido. Rivalidad. Ingenio. Pero sobre todo, espero, y deseo, educación y civismo. Una vez más el derbi murciano va a ser retransmitido en directo para toda España. Y la imagen de nuestra Región, la de todos, está en juego. Más allá incluso de lo futbolístico. Así que no quiero dejar pasar la ocasión para agradecer las distintas iniciativas de estos días previos (por parte de prensa, clubes y aficionados) para rebajar tensiones de cara al partido, declarado de alto riesgo.
Cartageneros y murcianos, cartageneristas y murcianistas, convivimos cada día en esta maravillosa región nuestra. Con nuestros antagonismos y nuestros divergentes puntos de vista. Pero en paz y concordia. No hay ninguna razón para que eso cambie el domingo. Ningún motivo para dejarse arrastrar por el puñado de energúmenos que se vestirán de albinegro y de grana el domingo y se acercarán al estadio, con el fútbol como excusa, para hacer de las suyas. Estos no son de los nuestros. Ni de un bando ni del otro.
A todos nos une una pasión: el fútbol. Disfrutemos de la fiesta del fútbol regional. Y qué puedo desear yo. Está claro. Espero no volver a escribiros en breve. Que no haya frustración, rabia, impotencia… que sacarme de dentro. Será la mejor de las señales.
¡A por ellos!