Tragedia

alberto descenso girona

La tragedia es una forma dramática cuyos personajes se ven enfrentados de manera misteriosa, inexpugnable e inevitable contra el destino o los dioses, moviéndose casi siempre hacia un desenlace fatal por una fuerza ciega, la fatalidad, el sino. Leyendo esta definición, no puedo calificar lo que presencié ayer por la tarde con otro nombre que no sea tragedia. El destino del Murcia esta temporada pareció ser más fuerte que nuestros esfuerzos, nuestra ilusión, y nuestra lucha hasta el último segundo. Fue una estocada mortal. Y hay heridas que nunca cicatrizan. Con el paso del tiempo se puede olvidar el sufrimiento, el dolor sentido cuando te fueron infringidas. Pero cuando uno se mira al alma encuentra allí, imborrable, la marca que dejaron. Los que sois jóvenes, jóvenes de verdad, tenéis la suerte y desgracia de tener pocas así. Vosotros llorasteis ayer mucho, porque vuestro corazón está aún muy virgen de daños. La punzada del fatal desenlace de nuestra liga os hirió y os provoco un dolor profundo, agudo, desconocido. Esa es vuestra desgracia. Vuestra suerte, la de no poder valorar en profundidad, con conocimiento de causa, lo que supone lo que sucedió ayer. “El descenso a 2ªB”, decís, y en vuestra voz suena liviano. Sin embargo, en mi mente es una pesada losa. Porque algunos sabemos lo que supone verse en esa categoría. Fuera de la Liga de Fútbol Profesional. Un cementerio de elefantes, donde 80 equipos se pelean por únicamente 4 plazas de ascenso a la división de plata. Con encerronas en campuchos, con arbitrajes que lejos de ser sospechosos, son directamente escandalosos… Sin duda, evitar el descenso era una meta mucho más sencilla que conseguir el retorno. Me cuesta creer en el concepto de “un añito en el pozo”. Podemos buscar ejemplos en equipos históricos, o simplemente repasar el historial del Real Murcia en la categoría para darnos cuenta de cómo grandes temporadas han terminado en drama con un día tonto en el play-off.

Por eso, cuando ayer el balón salió rebotado de las manos de Alberto, y por un azar aciago rebotó en su pierna, y rodó lento pero inexorable hacia nuestra pesadilla, supe que nunca olvidaría ese momento. El tremendo dolor que sentí, la rabia, la incredulidad, la impotencia, la desesperación,… no eran nuevos. Conocía ese dolor. Sabía cómo encajarlo. Sin embargo, esta mañana, después de dormirme tarde dándole vueltas a pasado, presente y futuro, después de despertarme temprano con los mismos pensamientos atormentándome, algunos de vosotros, viendo que ya no sangráis, estáis llenando los foros con mensajes de ilusión, con palabras de aliento para la afición, y de esperanza en un regreso inmediato. Yo estoy más hundido. Yo sé que lo que nos espera no es tan sencillo. Confeccionar una plantilla con nombres desconocidos, y con mucha incertidumbre. Luchar en una difícil categoría, sin que al final de la liga se consiga el ansiado premio, sino sólo el derecho a optar a éste. Sé, en fin, que la herida de ayer es de las que tarda en curarse del todo. E incluso cuando lo hace, sigue estando ahí. Para recordarnos cuál ha sido nuestro camino. Nuestros pecados. Nuestra historia. Ayer vosotros, y yo, vivimos uno de los episodios más negros de la centenaria vida de nuestro club.

Las tragedias acaban generalmente en la muerte o en la destrucción física, moral y económica del personaje principal, quien es sacrificado así a esa fuerza que se le impone, y contra la cual se rebela. Esperemos que nuestra tragedia grana se quede simplemente en un descenso, y que la amenaza de la desaparición quede en un miedo infundado…

A pesar de todo, para sufrir, para llorar, para reír, para emocionarme, para lo que quiera que nos depare el destino, yo estaré con el Real Murcia. Porque no sabría estar en ningún otro sitio. Este año que viene… y todos los que vengan.