Cuatro lanzamientos desde los 11 metros (5 para ser exactos, porque los sevillististas tuvieron doble oportunidad en el del empate definitivo) marcaron el devenir de nuestro partido de ayer en Sevilla. Un encuentro-trampa en que la victoria era el mínimo exigible, y la derrota un duro golpe a estas alturas de temporada. Al final, y tras tener lo primero en el bolsillo, nos quedamos con el “punto medio” –que lamentablemente no es aquí sinónimo de virtud-. Un punto que nos pone en los 39 y hace un poco más agónica la cuenta atrás hacia el guarismo de la tranquilidad. Un punto que aumenta la exigencia a la plantilla para que el domingo, a partir de las 12.00h, no mire los galones de un Xerez líder, y demuestre que en NC no hay rival grande. Si se consiguen los tres ante los de Antoñito, el punto arrancado de Heliópolis sabrá dulce… Si no, pues nos acordaremos de que ante el colista más infame de las últimas décadas no se puede dejar escapar un 0-2. Era la trampa que tenía el partido: caer en la autocomplacencia.
Para colmo de males, de un partido llamado a ser plácido nos traemos varias bajas capitales, por motivos disciplinarios.Son los casos de Peña, Elía y Mejía. Piezas básicas en nuestro esquema que multiplicarán el trabajo de Campos esta semana, para presentar un once de garantías. Yo confío en el espíritu del Domingo de Ramos murciano, espero que NC presente, una vez más, una gran entrada, y que el Xerez siga mostrando los síntomas que le caracterizan desde hace muchos años: un tremendo “mal de altura” en el último tercio del campeonato. De momento ayer, en una auténtica final para meter un pie en primera, les pintaron la cara en Chapín. Ojalá se marchen de la Capital del Segura sumidos en una profunda crisis. Por la cuenta que nos trae.