Quid pro quo

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La relación entre las autoridades de la ciudad de Murcia –y la Comunidad Autónoma- y los todavía dueños del Real Murcia –el dúo “Trusam”- ha estado, desde el primer momento, basada en el mutuo interés. Para la ciudad fue un clavo ardiente al que agarrarse cuando a mediados de los 90 el club se encontraba en una situación próxima a la desaparición. Un grupo de inversores, bien provistos de capital, estaban dispuestos a asumir la deuda del club, y reflotarlo. Por su parte, el señor Samper y sus secuaces, encontraron la manera de ganarse el favor de las autoridades de una ciudad con unas perspectivas de crecimiento grandes, y un futuro inmobiliario prometedor. Algunas compras, ventas y recalificaciones dudosas después, todos parecían salir ganando. El Ayuntamiento encontraba un flamante estadio cuyo coste jamás podría haber sufragado y un Centro Comercial que daría impulso económico y laboral a la zona. Trusam, a cambio, conseguía 350 millones de euros por la venta de NC (el Centro Comercial), y terrenos a mansalva para construir viviendas por las que obtener pingües beneficios. A cambio, y por una calderilla para sus bolsillos, tocaba mantener al club de fútbol (el Real Club, como he visto a Trujillo llamar en una entrevista a nuestro equipo, como si fuéramos un club de golf…). En ese camino, además, y tras algunos baños de multitudes, Jesús Samper sí que ha llegado a sentir apego por un club que le ha dado relevancia mediática, especialmente en los dos ascensos. Por eso dio un paso atrás cuando su cuñado decidió que la gallina de los huevos de oro estaba ya muerta, y que era el momento de la retirada.

Lo que sucede es que el Real Murcia, a día de hoy, es un club que mueve pasiones entre la gente de Murcia, y que no hace mucho ha logrado reunir  a 31.000 personas en un evento deportivo (algo sin precedentes en la historia de la Región). Además, con la llegada de la 7RM, el Real Murcia ha entrado en todos los hogares de los murcianos, y el asunto de dejarlo a su suerte toca la sensibilidad de muchos. Y muchas personas son muchos votos. Por ello, el Ayuntamiento de Murcia se ha convertido en el adalid de la salvación de club. Sabe que las promesas de Ciudad Deportiva, de Campo de Golf municipal,… son de dominio público, y que si Trusam se marcha sin materializarlas el escándalo será de traca. La realidad es que el sector de la construcción, como casi todos, está sufriendo una dura crisis, y la liquidez de Trusam está bajo mínimos. Nadie duda de ello. Sin embargo los compromisos están para cumplirlos, y las autoridades murcianas no pueden consentir que estos señores vayan de rositas. Al fin y al cabo todos y cada uno de los murcianos padecemos la crisis, y no por ello tenemos bula para dejar de pagar el IBI, el impuesto de circulación…

De momento las gestiones han conseguido detener la entrada del club en suspensión de pagos. La cuestión es que aun no se sabe que recibirán esta vez los Samper, Trujillo y compañía, a cambio de los meses de margen concedidos, pero estoy convencido de que al Ayuntamiento no le ha salido gratis convencer a este señor de cambiar una decisión que tenía ya tomada. Quid pro quo. Y si no al tiempo…

P.D. Aunque aún no se ha oficializado- por ninguna de las partes- el traspaso de Iván Alonso al Espanyol parece estar hecho. Cuando se haya consumado la triste noticia llenaré algunas líneas para contaros mi opinión.