Brotes verdes
Me ha sorprendido comprobar que ha pasado prácticamente una década desde la última vez que me puse frente a esta pantalla. Nunca dejé de «hablar en grana», bien lo sabéis. Pero vivir al Real Murcia desde tan dentro, con tanto tiempo entregado a mantenerlo con vida, empezó a dejarme solo instantes de mi tiempo para hacerlo. Instantes a los que el formato telegráfico de Twitter (no lo llamemos X) se ajustaba como un guante. Casi diez años después, con la entidad muy cerca del equilibrio institucional, con un proyecto ilusionante de ciudad deportiva, con una estructura profesionalizada, con dos equipos juveniles en División de Honor y el Imperial líder en Tercera RFEF, muchos hemos podido volver a ser simples aficionados al fútbol. Locos por el grana que solo quieren hablar de tácticas, de goles y de ascensos. Que no quieren andar a vueltas con juzgados, sentencias o acreedores.
Sin embargo, algo no ha cambiado desde aquella última vez: la categoría en la que militamos. Una división que está dos niveles por debajo de la aspiración histórica de este club, y una por debajo del «minimísimo» exigible. Y esto pesa mucho en el ánimo. Quizá no tanto en el de esa preciosa juventud que se ha subido a esta montaña rusa llamada Real Murcia en los últimos años, pero sí en el de quienes recordamos qué fuimos antes de que Tebas bajase el pulgar…
«Crecer desde la profesionalidad«
Por eso, resultados como el de ayer, que implican cerrar las seis primeras jornadas con otros tantos puntos, son una daga en el corazón. Hemos dormido fuera del descenso. No sé si el lunes amaneceremos también ahí, esquivando los puestos que te mandarían, de nuevo, al cuarto escalón del fútbol español. Y así, es muy difícil analizar con mesura y sosiego el panorama. Sin embargo, lo que espero por parte de cada miembro del club, en estos días y semanas que tenemos por delante, es profesionalidad. Si se decidió apostar por un director deportivo, dejémoslo trabajar. En su primera temporada aquí construyó una plantilla que se quedó a un gol de la final del ascenso. Lo hizo con un buen entrenador, Fran Fernández, al que, en mi humilde opinión, le faltó audacia moviendo las piezas sobre el tablero. Dejemos a Goiría planificar, sobre todo, el mercado de enero. Un momento de la temporada en el que te quedan cinco meses clave por delante, y en el que acertar puede darte un ascenso. El acierto Flakus hace unos meses casi lo hace.
Este enero tocará corregir ciertos déficits en la plantilla. Como buscar un suplente a Bustos, si resulta que Sarabia a la hora de la verdad no cuenta. O traer un central muy contrastado, y pagarlo, porque tendrás a dos de vuelta de lesiones de duración considerable. Labrar el futuro, vamos. Si se decidió, Goiría a la cabeza, que Joseba Etxeberría era el hombre, dejarlo trabajar. Ponerle la nota en la evaluación final, y no después de los primeros exámenes. Porque en estos, el de Elgoibar hace las cuentas muy bien, pero luego le falla la calculadora y no le da el resultado. Y el profe le está tachando el ejercicio entero. «Un cero, Joseba, hay que estudiar más». Y Etxebe se queda pensando «¡Inyustisia!», sale del aula y compra una calculadora nueva con las teclas más grandes, a ver si así, en el siguiente examen, esta no le arruina el estudio.
Porque Joseba Etxeberría está trabajando. No está echando la culpa al empedrado y manteniendo sus ideas congeladas, no. Está currando, y buscando soluciones. Adaptando su librillo a la realidad de una plantilla con dos lesiones graves en un mismo puesto clave, alguna posición asimétricamente cubierta en el mercado y ciertas dosis de «veneno grana» que muchos ya sabíamos a qué saben. El veneno que tragamos cuando estamos a punto de ganar bien al actual líder de la categoría (Atlético Madrileño, 11 puntos), en su casa, y en el minuto 99 te empatan (de haber estado ahora a 1 punto de ellos, nos encontramos a 5, con ese solo gol).
«Anoche me acosté esperanzado»
Hacía mucho tiempo que no me perdía un partido del equipo en casa. Ayer, solo «Twitter Real Murcia» y los mensajes de mis camaradas murcianistas de WhatsApp me mantenían informado de la evolución del encuentro. Siguiendo su relato, viví el final del partido como un alivio. Parecía que habíamos esquivado la daga de la derrota con fortuna. Que si «Piñeiro no mejora a Gazzaniga…», que si «Andrés, madre mía…», que si «Sekou lo más redondo que ha visto es un plato…». Así que, al llegar a casa, de madrugada, ¿qué había mejor que hacer que visionar el partido completo? Nada en absoluto.
Y, visionado, tengo que deciros que anoche me acosté esperanzado. Si hubiera cerrado los ojos mirando la clasificación del grupo, quizá no hubiera conciliado el sueño. Pero muchas cosas de las que vi sobre el césped me hacen creer que enlazar victorias no puede estar lejos.
Obviaré en el análisis la portería, donde no alcanzo a comprender la decisión de Joseba de sentar a Gazza y convertir uno de los puestos mejor cubiertos del once en un motivo de preocupación. Veremos qué sucede a ese respecto en las semanas venideras… Fuera de eso, empieza a haber muchas buenas noticias. Andrés estuvo bien escoltando a Alberto. A mí es un chaval que me gusta, y que me encantaría que se hubiera hecho con el puesto para cuando vuelvan Antxon y Saveljich. Las dos bandas estuvieron especialmente finas. Los laterales, este año sí, se suman al ataque generando situaciones de peligro. Buena pierna en los centros de Cristo y Mier. Notición.
Un paso por delante de ellos, ni que decir tiene que Sekou está blando en la jugada del gol. Pero creo firmemente que, salvo que Antonio David nos enseñe un músculo que no se le intuye, el malí tiene que ser un fijo. En todos los grandes equipos tiene que haber un currante, un pulmón. Y, cuánto más alegres van al ataque, más necesario es. Hemos vivido peligrosamente mucho tiempo esta temporada. Demasiado, para ser un equipo aún carente de confianza de cara a puerta. Ayer tuvimos que exponer mucho en la segunda mitad, y el Sevilla no nos mató en las transiciones. El cuentakilómetros de Sekou tuvo parte de culpa.
Moyita, como brújula, es una pieza clave. Va cogiendo la forma, y ayer le vi filtrar balones que valen goles. Que acabarán siéndolo, sin duda. Vicente para mí es innegociable en el once, cumplió bien, y asistió a Real para que este solo tuviera que empujarla… Solo hay un problema en la titularidad de Vicente ayer. La suplencia de Benito. La suplencia de la sonrisa. La suplencia de la frescura. La suplencia de la ilusión. «Le falta efectividad de cara al gol», escucho. «Jugaría los miércoles competición europea», contesto. Si alguno piensa que es esto es exagerado, que se ponga a Javi Rueda con el Celta jugando en Stuttgart…
«Palmberg y los caminos hacia el gol…»
Las tres sombras principales ayer fueron Ekain, Real y Flakus. El primero, porque deja tantos destellos de calidad como ratos largos de irrelevancia en el juego. Los otros dos, por su falta de acierto. Trabajaron. Estuvieron donde tenían que estar. Per no acertaron. Esto, en el caso de Juan Carlos, me lleva a hablar de mi brasileño. De nuestro brasileño. João Pedro. Palmberg. O «Palmer», que es como gran parte de la afición lo conoce. La historia de este jugador pasa desapercibida al aficionado. Sin embargo, para mí, antes incluso de que sus dos buenos goles esta temporada hayan salvado la cabeza de Joseba -y la salud mental de la nuestra- es digna de contar. Canterano de uno de los grandes del fútbol carioca, São Paulo, con 21 años salta el charco para venir al Real Murcia. Al tercer escalón del fútbol español. No lo hace con un contrato millonario. Es decir, no es ese crack brasileiro que aterriza en una mansión de 10.000 metros cuadrados y se trae a la familia al completo, a los mayordomos… No, João salta sin red. Persiguiendo un balón, y un sueño: triunfar en Europa. Desde el principio, ha sido un jugador destacado en el plano técnico, sumándole a esto una gran preparación física, que le permite contribuir decisivamente al trabajo defensivo del equipo. No se esconde. Ni para correr hacia atrás, ni para asomar delante. No protesta. No pide explicaciones cuando lo sientan, aunque esté a más 8.000 kilómetros de casa, y de los suyos. No pega un puñetazo en la mesa cuando el entrenador, la temporada pasada, lo aleja del área, alejándonos del ascenso, a todos, con esa decisión. João Pedro Palmberg no juega ni un solo minuto en ninguno de los dos partidos de Play Off de la 24/25. Habría que preguntar a Fran Fernández por qué…
Sin embargo, esta temporada el chaval no mueve el árbol para salir a otro club. Se queda. Trabaja. Y ahora, con Joseba, más cerca de portería, y en tres raticos, golea. Y cuando no golea, lo ronda. Y sigue siendo humilde. Sigue subiendo en tranvía a los entrenos en Nueva Condomina.
Cuando ayer es el único que encuentra el camino al gol, y quiere irse al fondo a la lamer la V de victoria dibujada con su índice y su corazón, Flakus lo agarra como un trapo, y lo manda al centro del campo. David, hijo, ¡deja al zagal!. «Es su forma de operar».
Palmberg tiene mi admiración y mi respeto. Y necesitamos que se lo crea un poco. Necesitamos que dé un puñetazo en la mesa. Necesitamos que cuando Flakus lo agarre como un trapo, se cisque en su estampa, y se vaya a su fondo a ponerle una sonrisa a este difícil inicio de temporada del Real Murcia.
Yo, ayer, a las tres y pico de la madrugada, cuando apagué el ordenador con el pitido final, vi a Palmberg con la grana.
En Tarazona, seguramente con la elástica del Alma de Guerrero, ojalá con la ayuda de João desde el pitido inicial, veremos si se confirman los «brotes verdes».
Brotes verdes por Antonio Ruiz Hernández está licenciado bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.