Mea culpa

Normalmente cuando me siento frente a la pantalla,  a compartir con vosotros mis reflexiones en grana, intento hacerlo en frío. Dejar pasar las suficientes horas desde esos muchos altos y bajos que la actualidad de nuestro equipo nos hace vivir, para hacer una reflexión lo más serena y clara posible. Sin embargo han pasado demasiadas horas, y días y semanas, sin encontrar un momento para escribiros, y han sido innumerables las frustaciones encadenadas en este 2012, cuyo ecuador asoma ya a la vuelta de la esquina. Un año que comenzó con la promesa de la ilusión, y que va camino de cumplir 6 meses con la decepción por bandera. Descarrilamiento en el terreno de juego. Desorganización en los despachos. Desbandada en la grada. Muchos habláis de esos “fariseos” que están dando la espalda a su equipo en un momento difícil. Me consta, y a los hechos del pasado reciente me remito, que si el Murcia se estuviera jugando la vida, esos emigrantes volverían a NC aunque fuese a maldecir, pero no dejarían de remar por el club de sus amores. Lo hicieron contra el Caravaca o el Lucena. No dudemos del murcianismo de los miembros de este éxodo. No comparto, eso sí, su opción. Yo prefiero ocupar mi butaca y llevarme un disgusto tras otro. Pero no me atrevo a colgarme la medalla al mejor murcianista. Esa es mi manera de vivir mi afición, y no entiendo que sea mejor ni peor que otra. Es la mía. Punto.

Según han ido descontándose fechas del calendario, y el Murcia ha ido, de forma lenta pero segura, hundiéndose en la tabla clasificatoria, se ha ido produciendo un fenómeno que cada vez me resulta más preocupante e indignante.  El integrismo murcianista. Se trata de establecer el decálogo del buen seguidor del Real Murcia, y sentirse con el derecho de juzgar y sentenciar al que no lo siga a pies juntillas. El primer punto del decálogo es “animarás a los jugadores y al técnico del Real Murcia sobre todas las cosas”. Bien. Antes de analizar el dogma, aclaro que silbar a los jugadores normalmente no sólo no mejora su rendimiento sino que suele provocar que se bloqueen y acaben haciéndolo aún peor. Yo no lo hago. Pero, con el equipo ya salvado, no me atrevo a reprochar a quien sí lo hace. El otro día presencié un altercado en mi fondo Norte. Un aficionado, hastiado, imagino, de venir cada 2 semanas y dejar a su familia en su casa para que en NC le tomen el pelo, se levantó y a pleno pulmón gritó “¡Iñaki, vete ya!”. A mí me dolió, porque aprecio a Iñaki. Pero hubo varios exaltados que se volvieron hacia el aficionado y le contestaron “¡Vete tú, que el que sobras eres tú!”. Se inició una discusión acalorada entre iñakistas y no iñakistas, que era la versión en vivo del duelo de hashtags que está a la orden del día en Twitter…

Quiero dejar claro que entiendo el aprecio de muchos sectores de la grada a Iñaki. Lo comparto, es más. En un banquillo en el que en los últimos 25 años he visto sentarse a todo tipo de personajillos, desde tarugos a alcohólicos practicantes, la presencia de Iñaki Alonso ha sido un soplo de aire fresco. Ha sido un orgullo verlo sentarse en las salas de prensa de todos los rincones de España representando al Real Murcia, y hablando con educación, sensatez y sentido común. Iñaki nos ha dado un ascenso a 2ª División, y siempre se le agradecerá. Pero el Real Murcia está por encima de él. De él, y de los 23 jugadores de turno que vistan su camiseta una u otra temporada. El Real Murcia eres tú, y soy yo. Los que no cambiaremos de aires nunca. Y también ese aficionado hastiado que increpa a Iñaki es el Real Murcia. Mucho más de lo que Iñaki será nunca. Tú, él y yo pagamos. Iñaki cobra. Iñaki ha dado cosas al Real Murcia, pero lo ha hecho a cambio de una buena suma de dinero que ha percibido puntualmente. Y su prestigio como entrenador y su cache han subido por ligar su nombre a nuestra histórica institución. Esa que tú, el aficionado hastiado y yo hemos hecho grande. Así que antes de invitar a un murcianista a abandonar la grada, deberíamos mordernos la lengua. Lo demás son integrismos. Y además de darme rabia, me dan miedo. Cuando nos atrevemos a definir qué es ser murcianista, lo siguiente es querer decidir quién lo es y quién no, para ver si los pones junto a ti, o enfrente tuyo. Miedo.

Al aficionado que, sacándolo en muchos casos de donde no lo tiene, se ha gastado varios cientos de euros en abonarse al equipo de sus amores, y domingo sí domingo no, se siente estafado se le debe un respeto. Se puede estar de acuerdo o disentir. Pero con respeto. Con mucho, mucho respeto.

Además, respecto al entrenador, al que se le presupone a menos de 180 pulsaciones, y más templado que a los jugadores en pleno esfuerzo, no creo que una buena pitada ante una decisión incomprensible le provoque ningún trauma psicológico. Hasta al portugués hipnotizador de madridistas le han caído pitos en el Bernabeu. No hay secuestrador de conciencias perfecto, debe ser.

Y en cuanto a los jugadores, con varias honrosas excepciones, su actitud en el último tramo de la liga es bochornosa, e indigna de vestir la camiseta del Real Murcia. Porque no se la enfundan de gratis, que digamos. Se ganan la vida con ella en tiempos en que mucha gente se mata por un plato de lentejas. Y no entregar el 120% de cada uno es un insulto y una mofa que no los hace merecedores de ser defendidos. Si hay quien decide abuchearlos porque no goza de tanta paciencia como yo, lo último que haré será reprochárselo. Mientras estaba en juego la permanencia era el momento de remar y no de señalar. Ahora, con la permanencia regalada –gracias Falcao, gracias Tamudo-, y con tres puntos menos que al final de la temporada del último descenso, sí creo que ha llegado el momento de depurar responsabilidades, y de limpiar las malas hierbas que deben dejar el terreno limpio para la próxima siembra. La que debería llevarnos a Primera para ser un club económicamente viable. Porque no olvidemos que el futuro de nuestro Murcia –tu Murcia, mi Murcia, y el Murcia del hastiado- está en juego, y que no estamos para más experimentos, y mucho menos para más esperpentos.

Nuestro presupuesto está temporada estaba en medio de la tabla de los de la Liga Adelante, y la plantilla confeccionada este curso no es inferior en calidad –ni en sueldos- a lo menos otras diez. Y estamos donde estamos. ¿Los jugadores no son responsables? ¿No es culpa de Iñaki? Vale, pues será culpa mía. Perdón entonces.