Castigo y pena

Si cogemos un diccionario Inglés-Español, y nos molestamos en buscar la traducción de la palabra penalty, encontraremos que se puede traducir como castigo o pena. Pocas veces se habrá aplicado con tanta extensión semántica este término. El que define ese lanzamiento a 11 metros de la línea que separa la ilusión de la decepción, la euforia de la desolación. En el caso del Real Murcia, la pena es más que nunca, máxima. Y no, desgraciadamente, para el rival. El castigo es, en primera persona, para el “elegido” para lanzarlo, y de rebote, para los que sufrimos con cada jornada que cae en el reloj de arena de la Liga, y que nos va condenando lentamente al más triste de los descensos que existen el fútbol español.

Podría emplear un buen rato hablando sobre el lanzamiento del penalti de ayer, especialmente en cuanto a la elección de su ejecutor. También podría, en honor a la verdad, decir que ayer el Murcia fue muy superior a un Girona que vino a NC a conseguir un punto. Punto que se llevó sin ningún merecimiento, y sólo como consecuencia de nuestra falta de calidad en la suerte más importante del fútbol: el gol (parece mentira que nos bastaran 21 minutos para meter 3 en Las Palmas, y que ayer diera la impresión de que ni en 180 perforaríamos la meta del ex-azulgrana Jonquera). Queriendo ser optimista, y no mirando que los 31 puntos que nos restan para la salvación matemática suponen tener que hacer una vuelta equivalente a la realizada por los gallitos de la categoría, podría decir que el equipo mereció haber ganado ayer al Girona. Podría además justificar que el equipo catalán no dio la impresión de estar más preparado para mantener la categoría que los nuestros. Es más, yo lo sumaría sin dudarlo al Irún y al Castellón, como fijo para el descenso. El cuarto condenado puede salir de una larga lista de equipos, pero el Murcia es hoy por hoy el que más papeletas tiene.

El caso es que ya me estoy perdiendo hablando de posibilidades, buena y mala fortuna, esperanzas,… cuando lo que quiero es hablar de realidades. De hechos que sucedieron ayer durante el encuentro, y que creo que deben cambiar radicalmente para tener un mínimo de esperanza. Y voy a apuntar con mis dardos al entrenador al que Jesús Samper ha confiado la tarea de evitar el descenso. José González acertó, con matices, con el planteamiento inicial del equipo, y con la selección del 11 inicial. Sin embargo, una semana más, y van varias, se equivoca con los cambios, y desactiva al equipo. Las sustituciones no suponen en ningún caso un revulsivo, y el equipo se muestra desesperantemente plano durante los 90 minutos. Por partes:

– Si el Sr. González ha decidido que los dos delanteros en los que confía para ganar el partido son Natalio y Chando (totalmente de acuerdo), no puede, con 0-0 y el partido atascado, quitar al segundo, para dar entrada a Kike. No estaba siendo un problema de acierto rematador. Era pronto para pensar en agotamiento físico. El atasco estaba en la creación, y con un Girona inoperante ofensivamente, sobraba un “stopper”. Mario Rosas por Mejía parecía un cambio más acertado. Con el cambio realizado golpea la moral de Chando, que es sacado de un partido cuando se necesitan goles –no hay mensaje más doloroso para un goleador-, y da el mensaje al equipo de que todo va bien.

– Pedro había sido nuestro hombre más incisivo durante todo el partido. Si está desgastado, se le mete detrás de los delanteros, se le da todo el carril a Sergio Escudero, y se arriesga un poco, que con 11000 almas empujando, a lo mejor el rival sólo piensa en salir vivo.

– Saca a Mario Rosas con el partido agonizando, y lo acaba mandando atrás a buscar balones de los centrales para sacar la bola jugada. Tarde para el tiqui-taca, Sr. González.

– Los dos centrales acaban el partido en su posición. Este tío aún no se ha dado cuenta de que todo lo que no sea sumar de 3 en 3 en casa es sinónimo de descenso. Sergio Fernández e Iñaki Bea se tienen que meter a la frontal del área, dejar a Albiol y a Bruno cerrando, y empezar a meter bolas al lío. Buscar la heroica, o una falta en la frontal para Luque, un rechace… ¡algo! ¡Por Dios!

A nuestro entrenador le da miedo salirse del guión, y ayer, en sus decisiones se dejó ver su temor de que, buscando los 3 puntos, nos acabaran por pintar la cara. Con el empate se puede culpar al penalti, a la diosa fortuna… Perder con el Girona le hubiera dejado en la cuerda floja, ¿verdad Sr. González? Deje esos miedos en su casa cuando se siente en el banquillo local de NC, piense en el orgullo de un escudo centenario, y saque algo de su sangre gaditana, para mirar al rival a los ojos e ir a por él. Sin contemplaciones. Empiece en Tarragona, y no espere más… o a lo peor será demasiado tarde.