Guerra… y Paz

El domingo por la mañana, con el Canal + como testigo, se enfrentarán en NC el Real Murcia, y su más acérrimo rival: el Cartagena. Con muchos ojos mirando hacia nuestra Región, espero ver una épica batalla… sobre el terreno de juego. En un derby, y ya ya sé que suena a tópico, no es fácil hacer pronósticos. A esa esperanza me aferro. A la que da pensar en una sobremotivación de los jugadores por el ambiente en las gradas, y por la presencia de un nuevo técnico, para no mirar lo que los guarismos dictan: que el Murcia no ha ganado nada, y el Cartagena aún no conoce la derrota. Seguramente en las quinielas de toda España esto será un 2 de libro. Ojalá rompamos muchos boletos.

Dicho esto, hay algo que me preocupa aún más sobre el evento de este fin de semana que lo que se dirime sobre el césped. Me refiero a la imagen del comportamiento de las aficiones. Doy por tristemente hecho que habrá alguna trifulca en los aledaños del estadio. Animales hay de todos los colores y sabores. Y, por supuesto, entre los murcianistas y los cartageneristas hay radicales que van al fútbol a cualquier cosa menos a disfrutar de un espectáculo deportivo. Hay quien se cree que esto es la guerra. Y como en las de verdad, los seres humanos somos capaces de sacarnos los ojos con nuestros primos, hermanos, compañeros de trabajo… gentes con las que compartimos nuestro día a día en armonía. Resulta que si se enfundan la grana, o la albinegra, pasan a ser el enemigo. Yo me rebelo ante esto. Pienso animar al Real Murcia con todas mis fuerzas, chillar, cantar los goles -ojalá tenga la ocasión- a pleno pulmón, protestar al árbitro… Y entenderé que un hincha del Cartagena haga exactamente lo mismo. Los gladiadores deben estar sobre el césped, no en la grada. Y cuando acabe el partido, espero poder dar la mano a los «rivales» que van a invadir mi Fondo Norte este domingo, y si puede ser para darles el pésame, mejor. Pero también lo haré para felicitarlos si nos derrotan. Porque el fútbol, que es una de mis grandes pasiones, no deja de ser un juego, y no estoy dispuesto a convertirlo en una batalla. No pienso dar ese ejemplo a los niños y niñas que veo cada domingo con su camiseta del Murcia poblando las gradas de mi estadio. No estoy dispuesto a que la imagen que se proyecte de Murcia sea la de un pueblo hostil -porque nada más lejos de la realidad-. Sé que la violencia no va a desaparecer nunca del fútbol, pero es bonito pensar que uno pone su granito de arena para que así sea. Ojalá sean muchos los granitos…