¡Por fin es domingo!

Mañana a mediodía volverá a rodar el balón para nuestro Real Murcia. Os confieso que cuando enlazamos semanas sin conocer la victoria, los días que separan cada partido del siguiente se me hacen eternos. Aún recuerdo nuestra triste racha negativa con Alcaraz en Primera, y la sensación de hundimiento progresivo cada vez que el pitido final condenaba a nuestro casillero a quedarse con los mismos puntos. Tengo ahora un sentimiento parecido, si bien lo que veo hacer cada semana a nuestro equipo sí me invita a pensar que hay luz al final del túnel. El equipo, además, se ha mostrado competitivo fuera de casa frente a rivales potentes de la categoría, y nada me hace presagiar un paseo militar del Hércules en el encuentro de mañana. Todo lo contrario. Con el aliento de los muchos murcianos que teñirán de grana las gradas del Rico Pérez de la vecina capital alicantina, el equipo debe plantar batalla a estos enemigos íntimos.

Comienzo a apreciar el mismo desasosiego que me invade a mí, reflejado en las caras y en las opiniones de mis sufridores compañeros de grada. Paseando por los foros murcianistas hay más de un aficionado que comienza a pedir la cabeza de Campos. Aprovecho la ocasión, ahora que es momento de revanchistas y oportunistas, para defender a nuestro entrenador. Está gestionando correctamente una plantilla que no es brillante (decidme si no cuántos equipos de Segunda cambiarían a su delantero centro titular por Chando -que dicho sea de paso, está dando un rendimiento correcto-). Está manteniendo la motivación y la concentración de nuestros futbolistas a pesar de la situación difícil que estamos atravesando. Hemos sufrido empates in extremis, escarnios arbitrales y algunos otros contratiempos, y sin embargo el equipo sigue plantándose con energía en el campo. Veo unión en el vestuario, y trabajo. Y si el argumento a esgrimir es la suplencia de Mario Rosas, más valdría que algunos pensasen qué motivos extrafutbolísticos hay detras de su paso a segunda (y tercera) línea. Lo digo alto y claro: yo confío en José Miguel Campos. Con el nivel de juego actual llegarán las victorias. Ojalá sea más pronto que tarde.

Hoy no puedo cerrar mi post sin acordarme de Andrés Montes. Los que amamos el deporte y lo disfrutamos en televisión sabemos quién es. O mejor dicho, quien fue. Ayer nos dejó este locutor que no dejaba a nadie indiferente: a algunos no gustaba su peculiar forma de narrar, llena de apodos, estrofas de canciones, exclamaciones a viva voz y frases recurrentes; a otros nos encantaba. Y cuando volvamos a ver un partido de básquet de la Selección recordaremos su voz, sus risas y su estilo inimitable e inconfundible. Y aunque la vida puede ser maravillosa, hoy me pone triste pensar que no volveremos a compartir esos ratos. Tú detrás, y yo frente a la pantalla. Descansa en paz, crack.